This review may contain spoilers
Lee Joon Hyuk como el fiscal caído del cielo que destapa la hediondez donde se embadurnan los que gobiernan es probablemente uno de los que mejor se adapta a su papel, junto con Kim Sang Jung, que se lleva el número del villano de la historia, un soldado hundido en desgracia después de haber sido traicionado por la patria que juró defender. Porque Steve Lee es un pesado, así sin más. Si hay algo que hace a un villano interesante no es precisamente su nivel de maldad o lo que es capaz de hacer para lograr su objetivo, sino los motivos ocultos detrás de su malícia. Steve Lee se pasa esto por el forro y nos regala una nula intriga durante todo el show porque en cada episodio tiene que recordarnos por qué motivo está haciendo lo que está haciendo y la razón por la que no puede abandonar el camino que durante casi treinta años lleva delineando.
Tardé un poquito en engancharme a la serie, pero a partir del séptimo episodio caí rendida a su pies con aquel disparo que retumbó en todo el edificio. El final del noveno también estuvo soberbio. Por desgracia, sentí que a partir del décimo episodio, no decae, sino que se estanca en una trama que tarda muchísimo en avanzar y eso desinfla la línea argumental en todos los sentidos, se paralizan muchos caminos que deberían avanzar y ciertas subtramas se quedan en nada (como el coma del papá de Na Na, del que ya no sabemos nada sino hasta llegar al final).
Lee Young Sung y Kim Na Na son la pareja protagonista de esta serie... pero vaya melodrama, oye. Tuvieron sus escenitas (dos/tres) que me parecieron bonitas y tiernas, y de ahí en fuera todo se quedó muy seco. Para la recta final resulta insoportable verles compartir una escena porque todas están para cortarse las venas, empacar las maletas y huir a Tailandia a venderle droga a tu abuela. Si hay algo que me mantuvo viendo la serie durante sus primeros episodios fue precisamente la relación tan punzocortante que tenían. Porque su inicio fue bueno —algo retorcido pero bueno— y el hecho de saber que Young Sung tenía prohibido enamorarse le daba al asunto esa tensión lo suficientemente firme como para imaginar a dónde nos llevaría la relación de ambos. Pues no, como dije: todo se quedó en nada. Esta pareja jamás brillo. El problema no fueron los actores, que dieron todo lo que tenían para ofrecer, sino que el guión no daba para más. Cuando se estanca la serie se estanca también la evolución de los personajes (si es que alguna vez la hubo); la relación, que en un principio parecía tierna, se transforma en un escenario exasperante, donde nunca pueden estar en sincronía porque él dice una cosa y hace otra, o viceversa.
EL GUIÓN. La trama es buenísima, da para exprimirla hasta el cansancio y sacarle muchísimo jugo, pero a los guionista se les murieron las ideas antes de tiempo y casi la mitad de la serie de transformó en algo innecesario. Aunado a eso, la evolución de los personajes es nula; de hecho, en el caso de Young Sung retrocede bastante conforme la situación es crítica y la recta final se comienza a vislumbrar, más o menos al tiempo que se entera de quién es en verdad él, la historia de sus padres y las motivaciones de Jin Pyo para convertirlo en su discípulo asesino. Es algo triste de ver porque la que paga los platos rotos es Kim Na Na y uno no anda precisamente de humor para tolerar esos diálogos chirriantes y contradictorios de Young Sung.
Ésta, creo yo, es otra errata en el guión: Hay cinco rostros responsables de la reprochable Operación Barrido. Todos ellos prosperaron y lograron puestos importantes, y son precisamente estas personas las que Young Sung tiene que aniquilar. Vale. Pero de estas cinco figuras existen dos, creo yo, que debieron acaparar a las otras tres porque resultan importante para el trío protagonista de la serie: Kim Jong Shik (padre del fiscal y responsable directo del accidente de los padres de Na Na) y Choi Eung Chan (Presidente de la República y de paso el padre biológico de Kim Young Sung). Pues bueno, el drama comienza con un ritmo compartido: cada ciertos episodios caía uno de los cinco y de verdad esperaba que el ritmo frenara un poco con estos dos individuos para profundizar más en sus pasados tan turbulentos. El padre del fiscal tuvo sus momentos, no lo voy a negar, pero el que se robó la vela en este entierro fue precisamente Chun Jae Man (¿quién?) un monopólico empresario que se adueñó de media Corea y de paso de la otra mitad de la serie. Hasta el sol de hoy no asimilo que le hayan dado tantos episodios a este hombre y sólo uno, UNO, al personaje más soberbio y magnífico de todo drama: el presidente Choi Eung Chan.
Choi Eung Chan viene a demostrarnos que la corrupción también puede ser cometida por un pan de dios. El carismático presidente tiene su toque de ternura y simpatía además de un aro de honestidad que lo convierte en un personaje sobrio, tímido y entrañable. Como espectadores nos cuesta entender que alguien como él se haya manchado las manos de sangre o haya recurrido al soborno para promover campañas políticas o aprobar una ley que beneficiaría a todos los universitarios del país. Incluso nos hace cuestionar si ciertas corrupciones son mejores que otras; algo que encara el propio Young Sung cuando se infiltra a su casa en busca de evidencias. Magnífico hubiera sido que le aportaran más tiempo del que le dieron para exponer sus ideas y convicciones y de paso para darnos una cátedra de por qué en la política a veces se recurre a atajos para lograr un bien mayor.
Hay algunos secundarios que vale la pena mencionar: Bae Shik Joong como el cocinero-comprador-compulsivo que es tan adorable como simpático, Da Hye (la hija del presidente) que comenzó siendo una niña mimada y caprichosa para dar el salto a la joven responsable y trabajadora que vemos al final; Lee Kyung Hee, señorona que jamás pudo superar el secuestro de su bebé y que al parecer la vida siempre se ha ensañado con ella de manera bestial pero se las arregla para salir adelante; los vecinos pequeñitos de Na Na que también tuvieron su odisea, o los colegas de los protagonistas en la Casa Azul y los subordinados del fiscal, y la mano izquierda de Steve Lee. Estrellitas para todos.
ES UN BUEN DRAMA. El hecho de que sea una serie de acción evita que resulte aburrida; siempre hay una escena que se roba cada episodio y que sabe explotar el potencial de la trama. Nunca faltan las piruetas en el aire y las patadas giratorias para aplaudir frente a la pantalla y apoyar al City Hunter frente a los villanos (o frente a su propio maestro). A su favor, y al de sus fans más leales, podría decir que no es mi tipo y no me imagino volver a verlo jamás en la vida —así de pasable me pareció xD— pero de que tuvo sus momentitos épicos los tuvo. El final me supo predecible e insípido pero tampoco es que pudiera ser distinto. Los últimos dos minutos sí que me hacen sentir pena ajena por la pareja protagonista porque, asumo que a la larga quedaron juntos, pero ese encuentro cuquis en el aeropuerto y luego Young Sung quemando llanta él solito por las calles de Seúl me dejó cuatrapeada y confusa porque no sé qué mensaje intentaron darnos con eso.
Tardé un poquito en engancharme a la serie, pero a partir del séptimo episodio caí rendida a su pies con aquel disparo que retumbó en todo el edificio. El final del noveno también estuvo soberbio. Por desgracia, sentí que a partir del décimo episodio, no decae, sino que se estanca en una trama que tarda muchísimo en avanzar y eso desinfla la línea argumental en todos los sentidos, se paralizan muchos caminos que deberían avanzar y ciertas subtramas se quedan en nada (como el coma del papá de Na Na, del que ya no sabemos nada sino hasta llegar al final).
Lee Young Sung y Kim Na Na son la pareja protagonista de esta serie... pero vaya melodrama, oye. Tuvieron sus escenitas (dos/tres) que me parecieron bonitas y tiernas, y de ahí en fuera todo se quedó muy seco. Para la recta final resulta insoportable verles compartir una escena porque todas están para cortarse las venas, empacar las maletas y huir a Tailandia a venderle droga a tu abuela. Si hay algo que me mantuvo viendo la serie durante sus primeros episodios fue precisamente la relación tan punzocortante que tenían. Porque su inicio fue bueno —algo retorcido pero bueno— y el hecho de saber que Young Sung tenía prohibido enamorarse le daba al asunto esa tensión lo suficientemente firme como para imaginar a dónde nos llevaría la relación de ambos. Pues no, como dije: todo se quedó en nada. Esta pareja jamás brillo. El problema no fueron los actores, que dieron todo lo que tenían para ofrecer, sino que el guión no daba para más. Cuando se estanca la serie se estanca también la evolución de los personajes (si es que alguna vez la hubo); la relación, que en un principio parecía tierna, se transforma en un escenario exasperante, donde nunca pueden estar en sincronía porque él dice una cosa y hace otra, o viceversa.
EL GUIÓN. La trama es buenísima, da para exprimirla hasta el cansancio y sacarle muchísimo jugo, pero a los guionista se les murieron las ideas antes de tiempo y casi la mitad de la serie de transformó en algo innecesario. Aunado a eso, la evolución de los personajes es nula; de hecho, en el caso de Young Sung retrocede bastante conforme la situación es crítica y la recta final se comienza a vislumbrar, más o menos al tiempo que se entera de quién es en verdad él, la historia de sus padres y las motivaciones de Jin Pyo para convertirlo en su discípulo asesino. Es algo triste de ver porque la que paga los platos rotos es Kim Na Na y uno no anda precisamente de humor para tolerar esos diálogos chirriantes y contradictorios de Young Sung.
Ésta, creo yo, es otra errata en el guión: Hay cinco rostros responsables de la reprochable Operación Barrido. Todos ellos prosperaron y lograron puestos importantes, y son precisamente estas personas las que Young Sung tiene que aniquilar. Vale. Pero de estas cinco figuras existen dos, creo yo, que debieron acaparar a las otras tres porque resultan importante para el trío protagonista de la serie: Kim Jong Shik (padre del fiscal y responsable directo del accidente de los padres de Na Na) y Choi Eung Chan (Presidente de la República y de paso el padre biológico de Kim Young Sung). Pues bueno, el drama comienza con un ritmo compartido: cada ciertos episodios caía uno de los cinco y de verdad esperaba que el ritmo frenara un poco con estos dos individuos para profundizar más en sus pasados tan turbulentos. El padre del fiscal tuvo sus momentos, no lo voy a negar, pero el que se robó la vela en este entierro fue precisamente Chun Jae Man (¿quién?) un monopólico empresario que se adueñó de media Corea y de paso de la otra mitad de la serie. Hasta el sol de hoy no asimilo que le hayan dado tantos episodios a este hombre y sólo uno, UNO, al personaje más soberbio y magnífico de todo drama: el presidente Choi Eung Chan.
Choi Eung Chan viene a demostrarnos que la corrupción también puede ser cometida por un pan de dios. El carismático presidente tiene su toque de ternura y simpatía además de un aro de honestidad que lo convierte en un personaje sobrio, tímido y entrañable. Como espectadores nos cuesta entender que alguien como él se haya manchado las manos de sangre o haya recurrido al soborno para promover campañas políticas o aprobar una ley que beneficiaría a todos los universitarios del país. Incluso nos hace cuestionar si ciertas corrupciones son mejores que otras; algo que encara el propio Young Sung cuando se infiltra a su casa en busca de evidencias. Magnífico hubiera sido que le aportaran más tiempo del que le dieron para exponer sus ideas y convicciones y de paso para darnos una cátedra de por qué en la política a veces se recurre a atajos para lograr un bien mayor.
Hay algunos secundarios que vale la pena mencionar: Bae Shik Joong como el cocinero-comprador-compulsivo que es tan adorable como simpático, Da Hye (la hija del presidente) que comenzó siendo una niña mimada y caprichosa para dar el salto a la joven responsable y trabajadora que vemos al final; Lee Kyung Hee, señorona que jamás pudo superar el secuestro de su bebé y que al parecer la vida siempre se ha ensañado con ella de manera bestial pero se las arregla para salir adelante; los vecinos pequeñitos de Na Na que también tuvieron su odisea, o los colegas de los protagonistas en la Casa Azul y los subordinados del fiscal, y la mano izquierda de Steve Lee. Estrellitas para todos.
ES UN BUEN DRAMA. El hecho de que sea una serie de acción evita que resulte aburrida; siempre hay una escena que se roba cada episodio y que sabe explotar el potencial de la trama. Nunca faltan las piruetas en el aire y las patadas giratorias para aplaudir frente a la pantalla y apoyar al City Hunter frente a los villanos (o frente a su propio maestro). A su favor, y al de sus fans más leales, podría decir que no es mi tipo y no me imagino volver a verlo jamás en la vida —así de pasable me pareció xD— pero de que tuvo sus momentitos épicos los tuvo. El final me supo predecible e insípido pero tampoco es que pudiera ser distinto. Los últimos dos minutos sí que me hacen sentir pena ajena por la pareja protagonista porque, asumo que a la larga quedaron juntos, pero ese encuentro cuquis en el aeropuerto y luego Young Sung quemando llanta él solito por las calles de Seúl me dejó cuatrapeada y confusa porque no sé qué mensaje intentaron darnos con eso.
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